June 9, 2009

visita a 39 grados...


Antes de salir de la habitación, la enfermera dijo que mi temperatura superaba los 39 grados centígrados. Las dos sabanas y la frazada que me cubrían ya no podían protegerme de ese frío tan intenso, casi polar. A pesar de que mi frente estaba empapada de sudor, tiritaba de frío al tiempo que mi cuerpo se incendiaba por dentro. Ya era tarde para antibióticos o analgésicos, el final estaba a minutos de llegar, y los fantasmas del delirio se apoderaban de mi mente, o al menos eso era lo que creía me sucedía, porque cómo explicar que en el techo, arriba de mi, la lámpara estuviera aumentando su intensidad. Aquella luz blanca y brillante crecía hasta tornarse difícil mantener la mirada. Luego en el centro de la luz, una sombra se apareció y se acercaba lentamente, como si flotara hacia mi. No lograba distinguir qué era eso, pensé hasta en todas las historias acerca de la supuesta luz al final del túnel, o aquellas en las de un supuesto ángel que guía a los difuntos hasta su última morada. Pero lamentablemente esas historias no eran para mi, y en caso de que en realidad fueran ciertas, estaba completamente que mi destino no sería celestial. Traté de enfocar la mirada hacia esa sombra que cada vez se acercaba, pero el resplandor me impedía tener una visión clara. Por un momento cerré los ojos, que ya me ardían no solo por la fiebre, como tratando de hacer que ese sueño terminara, pero al abrirlos aquello que se acercaba ya estaba prácticamente encima de mi. Todavía no lograba distinguir quién o qué era. A pesar de tener una silueta humana, las proporciones de la cabeza, los brazos y los hombros no eran normales. Volvía cerrar los ojos, esta vez apretándolos como para forzarlos a cambiar la imagen que veían delante de ellos.
En ese momento me di cuenta que ya no sentía ese frío tan intenso, era raro pues de mi nariz y mi boca podía ver el vapor saliendo cuando respiraba, como si la habitación fuera una nevera. Pero no sentía mi cuerpo congelarse como antes, al contrario, una sensación cálida y acogedora me cubría, extrañamente y a pesar de esa visión tan peculiar, me sentía mejor. Pensé que era normal, que eso era la resignación del organismo cuando se acerca a la muerte. Abrí de nuevo los ojos, y encima de mi estaba de nuevo aquella lámpara rodeada de plafones. La enfermera entra a la habitación, me toma la temperatura, ahora está en 36,4.

1 comment:

Ramielys Mejía said...

fiebre porcina??

uhhhhhh