February 25, 2010

El Sr. Amable antes de ser Señor

(Continuación de Las Flores del Sr. Amable)



Ya son las siete de la noche y como todas las noches ya es hora de que el Sr. Amable deje de trabajar. Como es costumbre de los viernes, rechaza las invitaciones de compartir con sus compañeros en el bar-karaoke de la esquina a pesar de aquel ser un viernes diferente. Como de costumbre dolor en la cabeza es su excusa para poder evitarles. Es que para esa noche ya tiene planes, pero no los habituales, esa noche no tiene previsto recorrer calles oscuras ni callejones, esa noche no se siente motivado por los lugares más oscuros y olvidados de la ciudad, esta vez quiere probar algo diferente, decide que al menos por esa noche necesitaba algo más. Y es que de por si esa no era como cualquier otra noche, pues ese día el Sr. Amable estaba de cumpleaños, había llegado a su primavera número cincuenta y dos, lo cual le recordaba no solo haber vivido más de medio siglo, sino que como en cada cumpleaños no tenía nada que celebrar.
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La llegada de esos días provocaba un sentimiento opuesto a lo normal, en vez de sentirse feliz por ese nuevo año de vida, le provocaba una mezcla de sentimientos grises, tan grises como la rabia, el odio y la tristeza, y es que en su memoria no había ni un solo recuerdo grato para esa fecha, sino todo lo contrario. Desde su infancia cada 12 de marzo pasó desapercibido en el orfanato donde creció, y no fue recién en su adolescencia que cada vez que esa fecha era marcada en el calendario, recibía como premio salir de aquella casona donde todavía vivía, les daban la noche libre y algunos pesos para gastar. Aquella noche era la primera vez que le tocaba su tan deseado regalo de libertad, eran al rededor de las siete de la noche y él ya estaba listo para aquella salida desde una hora atrás. Cuando recibió la señal, salio corriendo por aquella puerta, todavía sin una idea clara de a dónde ir, en su cabeza llevaba varias anécdotas, advertencias y recomendaciones, y de esas últimas el común denominador era que ya fuera a la ida o al regreso debía pasar por la casa de citas de Doña Regina.
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Esa casa era familiar para los muchachos del orfanato, pues las damas eran muy amables y comprensivas con ellos, sobre todo con los primerizos. Aceptaban los pocos pesos que llevaban en cima, y si lograban impresionarlas hasta podían recibir la gracia de que su cuenta fuera gratuita. Por qué entonces no ir a tan tentadora atracción? Pues así lo hizo y no le fue difícil encontrar el lugar, pues cuando salían y volvían de tomar clases en el Liceo Oriental, debían pasar al frente de aquella casona, que de día podía fácilmente confundirse con una casa cualquiera, a excepción de algunas mañanas en que desde las ventanas del segundo piso, alguna de las experimentadas señoritas se divertía gritándole improperios a aquellos novatos que con vergüenza mezclada con curiosidad fijaban los ojos en ellas a la vez que no paraban de reír. Por ello fue que la hermana Caridad decidió de una vez por todas cambiar la ruta, afortunadamente para Amable, eso sucedió después de que ya tenía claro cómo llegar.
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Hasta ese momento los días de cumpleaños pasaban sin pena y sin gloria, es más, muchas veces si se enteraba cuando pasaban, por lo que esa noche podía considerarse muy especial y si todo iba como llevaba pensado, la llegada a los 16 podría ser el mejor cumpleaños de su vida.
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Llegó frente a la puerta de aquella casona, desde fuera lucía como una casa cualquiera, parecida a las demás. La peculiaridad es que a los lados no habían otras casas, si las edificaciones como tal, pero en su lugar operaba de un lado una bodega de alimentos, mientras que del otro una farmacia, y era de suponer porque quién querría vivir al lado de una casa de citas. Antes de llegar a oprimir el botón del timbre, la puerta se abrió y detrás de ella había un hombre bastante alto y robusto, con un traje negro oscuro, que sin decir una sola palabra o ningún sonido, le dejó pasar. Ya adentro, la atmósfera era totalmente diferente a lo que aparentaba la fachada, los pasillos estaban semi iluminados con luces rojas, las paredes laminadas con papel tapiz color rojo vino y en ellas colgaban inmensos cuadros con versiones eróticas de algunas obras de arte famosas. Tímido, iba caminando paso a paso por aquel pasillo hasta que a uno de los costados llegó al arco de una puerta que daba acceso a una habitación donde habían dos inmensos sillones y al fondo un mini bar. En los sillones habían varias parejas, las mujeres llevaban muy poca ropa, mientras que los hombres en su mayoría iban formalmente vestidos, reían, hablaban, y los que ni reían ni hablaban mantenían sus bocas ocupadas de otra forma.
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Uno de los hombres notó la presencia de aquel despistado muchacho, y sin que pasara ni medio segundo rompió el monótono murmullo del ambiente con una carcajada, la cual fue coreada por los demás. Amable, que de por si ya moría de la vergüenza, dio media vuelta tratando de salir pero justo cuando daba el primer paso de su carrera, chocó su cara llena de espinillas contra los inmensos senos de una de las laboriosas damas del lugar.

Continuará...

Imagen: gracias a yahoo...

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