May 19, 2010

Gol...?

Bajé del autobús, ya no me importaba la lluvia porque total, lo que me separaba de la casa eran dos o tres cuadras. Corrí por la vereda tratando de aprovechar los techos de los kioscos y alguno que otro árbol, pero lo poco que dejaba de mojarme de esa forma, terminaba empapándome con cada paso al entrar los pies en los charcos. Mientras corría pesaba en que ya esos zapatos no servirían más que para tirarlos a la basura, pero eso no importaba, debía llegar, ya casi llegaba la hora.
Doblé la esquina, abrí la puerta del edificio, en ese momento la lluvia se intensificó, como si hubiera esperado a que entrara. Subí las escaleras, resbalé y me golpeé la rodilla derecha, pero ni el dolor fue capaz de detenerme. Quité las trabas de la puerta, abrí y cerré prácticamente en un mismo segundo, seguí corriendo hasta llegar frente al televisor, miré el reloj, ya era la hora, el partido debía estar comenzando, busqué el control mientras me acomodaba en el sillón, levanté cojines, me agaché al suelo, pero no aparecía, en mi mente cruzaban setecientos demonios y cuarenta maldiciones, me levanté, prendí el televisor con la mano, sintonicé el canal. Allí estaban, los once individuos que en ese partido podrían convertirse en héroes o villanos. Allí estaban ellos, ya el partido había comenzado, la final de la copa del mundo era una realidad. Caminé de espaldas para sentarme, y en el mismo instante en que mi trasero tocaba el sillón se fue la luz. En ese momento tan importante que no sucede cada 4 años junto al mundial, porque para que esa selección llegue a la final en ocasiones pueden pasar décadas, si, y quizá más, se fue la luz. Pero no dejé que eso nublara mis pensamientos, corrí a la puerta, bajé las escaleras mientras pensaba que estaba dejando la puerta abierta, salí del edificio, cuando pisé el primer charco recordé que andaba descalzo, pero tampoco me importó, mi destino era el primer bar o café que tuviera una TV, seguro lo estarían pasando. Llegué al primero, tampoco tenían energía; al segundo, lo mismo... ya sin fuerzas, completamente desanimado llegué al tercero, donde a pesar de la oscuridad me senté. El apagón era general... pero al menos allí había un pequeño radio de pilas, y allí estábamos nosotros alrededor de él, más de veinte personas atentas a los comentarios, pegados a aquel diminuto radio, fijos a esa transmisión que por momentos se caía... y al final, cuando seguían cero a cero en el minuto noventa, y con dos minutos complementarios, el delantero de nuestra selección decide que era en ese momento o nunca... en ese preciso instante, las pilas de aquel condenado radio también decidieron gastarse...

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