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...parada, frente a mi, con picardía en la mirada, desabrochaste tu pantalón, tomaste mi mano y la llevaste dentro de tu ropa. Como por instinto mi mano fue bajando, empujando la cremallera en la misma dirección. Antes de haber llegado, sentí el calor de tu cuerpo y cuando finalmente te toqué, la humedad de tu piel mojó ligeramente la punta de mis dedos; un tímido gemido salió de tu boca, lo detuve en el camino con la mía y me fui acercando más hasta que nuestros labios y nuestros cuerpos se abrazaron. Mientras, mis dedos, como si tuvieran vida propia, se mantenían disfrutando del calor, la humedad y la suavidad de tu cuerpo...