January 23, 2009

te llaman... (pg 13)

Estábamos en el patio jugando. Soplábamos burbujas de jabón tratando de entretener a la pequeña, y disfrutando de la brisa fresca que todavía se siente gracias a los meses invernales. Es increíble ver cómo con tan poca cosa logras maravillar la mente de un niño, la expresión de felicidad en su rostro parecía reflejarse en los nuestros. Si dependiera de ella hubiéramos durado la tarde entera hasta el anochecer haciendo burbujas, pero lamentablemente mi capacidad de soplar llegó a su límite como en la bocanada número setenta. Un poco triste, la pequeña aceptó mi falta de energía y decidió cambiar de entretención. Esta vez decidió que su casita de juguete sería una tienda de helados, y que yo debía estar dentro junto a ella ayudándole con el negocio, mientras que su madre sería la cliente. No pude hacer más que suspirar de cansancio, y con un poco de contorsionismo me introduje a través de aquella diminuta puerta pensada para individuos no mayores de seis años. Una vez adentro, casi en posición fetal, me dispuse a seguir el libreto mental ideado por la niña de mis ojos.
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-De qué quiere su helado?- le preguntó a la bella cliente que se acercó a nuestra tienda. -De fresa por favor.- fue la respuesta, y enseguida procedimos a llenar el cono imaginario con dos bolas de helado de fresa también imaginario.

Todo iba bien hasta que la dueña del negocio decidió comenzar a ofrecer servicio a domicilio. Con su voz simuló ser el timbre del teléfono de juguete y lo tomó (era uno de esos plásticos que vienen con algunas casitas), y con su libreta y lápiz imaginarios recibió la orden. Colgó el teléfono, sirvió la orden imaginaria de helados y salió de la casita, digo, y salió de la heladería. No había pasado ni medio minuto y la niña delivery ya había regresado. Volvió a simular el sonido del teléfono y lo tomó de nuevo, pero esta vez me lo pasó diciéndome "Te llaman". Le sonreí. Antes de agarrarlo iba imaginando la actuación para complacer a mi pequeña directora de teatro. Pero cuando me llevé el teléfono de juguete a la oreja, un sonido muy extraño salió de aquel aparato de plástico, fue como una voz lastimosa se quejara por algo, parecía de ultratumba. Inmediatamente y espantado solté el juguete. Tratando de disimular mi susto para no contagiar a la niña cuando me vio con una gran interrogante en sus ojos, le dije que era una orden de helado de chocolate y recogí el teléfono, salí de la casita supuestamente para entregarlo antes de que se derritiera. Ni el de dolor en la espalda y las piernas por la posición que tenía allí adentro me impidieron salir casi corriendo con aquel objeto en las manos. Entré a la casa, lo observé cuidadosamente y confirmé que es de esos que no usan pilas, por lo que no había forma de que emitiera ningún tipo de sonido, y por lo tanto mi temor aumentó. Caminé hasta donde mi esposa, quien estaba en otros asuntos. Le conté lo que recién me había sucedido, y entre risas y cara de pena me dijo que todo había sido fruto de mi imaginasión y el cansancio, que me acostara un rato, durmiera una siesta, que ella seguiría jugando con la niña.

Un poco molesto, y otro poco avergonzado, le hice caso y caminé hasta mi habitación. Me iba a acostar en la cama cuando noté que seguía con el teléfono en la mano, y justo antes de ponerlo en la mesita de noche, antes de soltarlo, ese teléfono de juguete, ese que no usa pilas, comenzó a sonar!!!
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(continuará...?)

5 comments:

Anonymous said...

Jejeje pedro... bueno ya me abriste el morbo... ahora epera la segunda parte.... jejeje pero cualkiera brinca del suto...

Anonymous said...

Imaginacion.. es algo increible!

Unknown said...

bueno espero que haya sido de relajo, porque despues me lo creo y ahi si es fuerte!!!

Carolin Guzmán said...

jajajajaja Ay Dios que risa pero que susto a la vez!

Bueno probablemente el timbre también fue imaginario ejjeje

Sentadita espero la continuación...

Mamá said...

Freaky..