A pesar del intenso dolor que corría por su cuerpo, cada vez que le propinaban una descarga, el frío que sentía sobre su cuerpo desnudo le servía como anestésico. En cada shock, su maltratado cuerpo se estremecía y movía al ritmo del voltaje que caminaba por él. Pero de su boca no salía ningún sonido, era como si hubiera perdido el conocimiento a pesar de que sus ojos permanecían abiertos, expulsando el poco líquido que todavía quedaba en su interior.
De todas formas, nada de lo que dijera iba a provocar algún cambio en la ráfaga de golpes y descargas eléctricas que su cuerpo recibía. La ira, la sed de venganza y la impotencia resentida por aquellos hombres, estaba siendo desahogada sobre aquel infeliz, cuyos únicos delito fueron haber heredado de sus padres el amor a su tierra, quienes murieron en la mitad de una noche cuando un misil que estalló en un lugar cercano, hizo que se desplomara el techo sobre ellos; y haber gritado algunas maldiciones al mismo tiempo que arrojaba una piedra contra un convoy.
2 comments:
Interesante relato para llevarlo a imágenes.
Una historia intensa y reflexiva…
¿Cuántos también se ahogan en ese llanto e impotencia?
Pedro, ¡hola!
Espero que todo ande a las mil maravillas en tu vida…
un abrazo!
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