El Frío...

Despertó por el frío que cubría su piel, cosa extraña por ser agosto uno de los meses más cálidos en este punto del continente, y más ahora cuando el clima de cada estación ha decidido castigarnos con hacer lo que le venga en gana. Se levantó de la cama a ponerse pijama y a buscarse una sábana, cuando se dio cuenta que fuera de la cama el calor era el mismo que sentía al momento de acostarse a dormir. Algo no andaba bien. Entonces para qué pijama, para qué sábana, si con eso solo conseguiría incrementar el baño de sudor que le había llevado a dormir en las condiciones que actualmente lo hace. Las sábanas eran objetos decorativos, que al llegar la noche eran lanzadas al suelo o a una silla, donde lo único cubre su desnudez son unos pantaloncillos que se pone más por necesidad que por gusto. Las malas experiencias en su infancia, por haber vivido en lugares donde los temblores y terremotos no son extraños, sino habituales, y por tanto salir corriendo de la casa a cualquier hora era igual de habitual, le llevaron a que al acostarse debía ponerse al menos una prenda de vestir para de esa forma evitar hacer el ridículo delante de los vecinos al aparecerse corriendo sin ropas cada vez que se presente una emergencia.

Volvió a acostarse, y volvió a sentir el frío que le hizo levantar un minuto atrás. El asunto se estaba poniendo demasiado extraño. ¿Cómo era posible que fuera de la cama sintiera calor, pero al acostarse la temperatura bajaba tanto? Las ventanas estaban abiertas, si, pero no había ni una brisa entrando por ahí. Levantó la mirada hacia la pared opuesta y de inmediato obtuvo la respuesta, el acondicionador de aire estaba encendido, recordó haberlo prendido casi sin darse cuenta en un momento de desesperación, media hora antes cuando se despertó bañado en sudor.

Fin.