Las estrellas iluminaban aquel cielo de la noche. Habían tantas que me recordaban lo lejos que estábamos de la ciudad, de lo cotidiano, de la civilización y su fatal empeño por destruir lo natural. Los insectos y la brisa de la noche se encargaron de entonar un suave canto, que por momentos parecían querer arrullarnos, invitándonos a seguir disfrutando de aquella paz. El clima, aunque frío, pero sin llegar a incomodarnos, solo lograba provocarnos estar más pegaditos, con los brazos y una copa de vino como abrigo, nos miramos, nos besamos y por unos minutos más nos quedamos allí, lejos de todo, cerca de nada, contemplando esa noche tan maravillosa en ese pedazo de gloria llamado Jarabacoa...
5 comments:
ya me compraste con ese piropo a mi pueblo natal.
:)
welcome back!
A magic moment!
Guao guao guao, al leerte me transporté y hasta lo sentí.
Qué bello escribes Pedro.
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