April 2, 2009

La mañana siguiente...


Abrió la nevera buscando un poco de agua para calmar la sed. En su paladar sentía los efectos secundarios producidos por tres o quizá cuatro, si cuatro copas y media de un vino mala clase que se había bebido en la noche anterior en compañía de una fiel seguidora, que en un principio había acudido a él buscando un oído sabio y amigo a quien contarle sus problemas maritales.
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Al ver la jarra de agua vacía, recordó que se le había olvidado llamar al muchacho que le ayuda para que le cambiara el botellón vacío por uno lleno. Pero afortunadamente para él, todavía quedaba algo así como un cuarto de aquella botella de vino tinto que por error, por el mareo o quizá por los inicios de embriaguez, había introducido en aquel refrigerador cuando decidió que con esas copas y media de más suyas, más las muchas tantas de más de su desconsolada acompañante, era suficiente motivación para que ella le acompañara un poco más de lo que en otras condiciones le hubiera permitido.
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No fue necesario quitar el corcho, porque aquel pobre objeto sin vida, que una vez había sido un frondoso árbol de alcornoque, ahora yacía despedazado entre el suelo y la meseta de la cocina, víctima también de lo acontecido en la noche anterior por la desesperación y por la desaparición inexplicable del sacacorchos, el cual en ese momento hacía acto de presencia cayendo desde el borde de la puerta de aquella nevera, a escasos centímetros del pié derecho, rechoncho y descalzo de aquel soñoliento hombre. No siendo así con la mujer, quien desapareció de aquella habitación para luego no aparecer más después de aquella noche, después de infructuosamente haber tratado de liberarse de la desesperación violenta de su anfitrión, para finalmente huir despavorida luego que su agresor cayera rendido y casi inconciente luego de saciar su lujuria pecaminosa.
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Pero no fue la conciencia quien le impidió humedecer su paladar con aquella etílica bebida, sino un ardor insoportable originado en su estómago, un ardor de tal magnitud que sentía como si le estuvieran perforando las tripas. Para no caer por aquel dolor, tuvo que soltar la botella y sujetarse de la puerta y el marco del frigorífico. Las rodillas se le doblaban cada vez que sentía una punzada en su interior. Alcanzó a ver un cartón de leche, que yacía casi olvidado en una de las parrillas, y rápidamente se lo embicó.
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A pesar del sabor amargo, la consistencia parecida a yogurt, las náuseas y el posterior vaciado estomacal que le produjo el trago de ese lácteo (si así se podía seguir llamando), sintió cierto alivio luego de haberse liberado de parte de aquellos ácidos que le corroían las entrañas.
Con cuidado, para no cortar sus pies desnudos, con los vidrios rotos de la botella, caminó hasta el lava platos, pues no le quedó más remedio que recurrir al agua de la llave del fregadero para lavar su cara y enjuagar su boca. Miró al suelo, donde se confundían los líquidos derramados tanto de la triturada botella, y del casi deshecho estómago. Pensó varias veces qué hacer, si dejar eso así para el muchacho que le ayuda lo limpie más tarde, o si limpiarlo en ese momento aunque luego se le hiciera tarde. Pero optó por lo primero, pues no debía llegar a deshora a su misa. Ese domingo le tocaba dirigir el sermón.
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Esa mañana siguiente, mientras se desempeñaba sus funciones como embajador del amor y la paz, delante de varias docenas de otros fieles seguidores, él único dolor que sintió aquel "casto" hombre fue el que llevaba en su interior producto del exceso de alcohol. Pues nunca sintió ningún dolor producido en su conciencia por aquella falta cometida esa vez y otras más.
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Hasta que una mañana, minutos después de la hora de misa, aquel eminente hombre fue encontrado en su cama, completamente desnudo, carente de vida y despanzurrado con sendos tajos en forma de cruz, del cual brotaban su alcoholizados y pecaminosos órganos.
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Nunca se supo quién había sido el autor o la autora de aquel hecho, pero tampoco nadie se interesó demasiado por saberlo...
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Imagen tomada de yahoo! image search.

3 comments:

Ramielys Mejía said...

mmmmm..
falso pastor???

:S

Beba_Felina said...

Siempre hay una ke otra perla en la viña del Señor.

Anonymous said...

Yo no diria que "siempre hay una que otra perla" mas bien, diria que siempre hay muchos zorros, vestidos de ovejas.........